Rutas

RUTA 1: por las Sierra de Cordoneros y el Embalse de Castilseras.

Esta ruta transcurre a los pies de la Sierra de Cordoneros, cuyas rocas más antiguas, principalmente pizarras y cuarcitas, datan del devónico, con una edad aproximada de 450 millones de años.

Las llanuras al pie de sierra están tapizadas por dehesas de encinas (Quercus ilex), con algún pie intercalado de alcornoque (Quercus suber), que dan paso al monte y matorral mediterráneo en las faldas, con pendientes más acusadas y suelos rocosos. En algunos enclaves más frescos, o en las umbrías, también podremos encontrar quejigos (Quercus faginea).

Las zonas más altas y escarpadas dejan totalmente desnudas las crestas rocosas, hábitat de numerosas especies de aves rupícolas como el buitre Leonado (Gyps fulvus), el águila real (Aquila chrysaetos), el águila perdicera (Aquila fasciata), el vencejo real (Tachymarptis melba), el avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris), el roquero solitario (Monticola solitarius), la collalba negra (Oenanthe leucura) o el escribano montesino (Emberiza cia), entre otras, que encuentran en estos farallones y paredes un lugar perfecto para anidar, descansar o posarse en busca de presas.

Nuestra ruta continúa hacia el Embalse de Castilseras, siempre con la sierra a nuestra izquierda. Llegados al pantano, en las orillas, encontramos abundantes y evidentes rastros de nutria (Lutra lutra) que nos advierten de la presencia de este simpático mustélido pescador. Si tenemos suerte, ocultos en un hide, podremos ver alguna nadando, comiendo algún pez o cangrejo y jugando entre ellas. También en el embalse podremos disfrutar de distintas especies de anátidas y otras aves acuáticas, según la época del año, y en sus orillas, garzas y cigüeñas alimentándose.

Tanto los roquedos, como las zonas húmedas, albergan una rica e interesante comunidad herpetológica. Distintas especies de culebras, lagartos y lagartijas se asolean al calor de las rocas, mientras que, en la orilla del embalse, cualquier noche de primavera o verano nos brindará un espectacular concierto de anfibios bajo un inmenso manto de estrellas.

 

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RUTA 2: La dehesa y la estepa. Los hábitats ibéricos por excelencia.

Esta ruta transcurre entre extensiones de monte mediterráneo, dehesas de encinas (Quercus ilex) y algún alcornoque (Quercus suber), morada de algunas aves típicas de estos ambientes, como la abubilla (Upupa epops) y el críalo (Clamator glandarius), aves fundamentalmente estivales, y el arrendajo (Garrulus glandarius) o el rabilargo (Cyanopia cooki), que observaremos fácilmente durante nuestro trayecto a lo largo de todo el año. También es frecuente sorprender a algún ciervo (Cervus elaphus), corzo (Capreolus capreolus), jabalí (Sus scrofa) o zorro (Vulpes vulpes) en nuestra marcha. Hace falta tener más suerte para descubrir a alguna garduña (Martes foina), o a alguna gineta (Genetta genetta), mucho más esquivas y que nos observan tratando de pasar desapercibidas desde la rama de alguna encina.

Durante nuestra ruta cruzamos el río Valdeazogues, a cuyos márgenes crecen sauces, fresnos, chopos y otra vegetación de ribera que aporta otros ambientes distintos y, por tanto, aumenta también la riqueza y diversidad de especies de fauna. Entre las eneas podremos escuchar, en primavera y verano, el reconocible canto del carricero tordal (Acrocephalus arundinaceus), o ver al avetorillo (Ixobrychus minutus), la garza más pequeña y críptica de Europa.

Poco a poco tomamos altura según avanzamos entre dehesas para llegar al alto de Cuatro Caminos, una zona esteparia de cultivos de cereal, donde encontramos distintas especies de aves esteparias, desde cogujadas (Galerida cristata) o trigueros (Emberiza calandra), que nos advertirán de su presencia con su estridente canto, hasta las gangas ortegas (Pterocles orientalis).

Seguimos nuestro camino donde volvemos a cruzar otro río, esta vez el Alcudia, cuyo cauce remontaremos hasta llegar al embalse de la Peña del Gato, donde es posible observar cigüeñas negras (Ciconia nigra) durante las épocas propicias para ello.

Para finalizar la ruta, llegamos al muladar, donde desde un hide podremos observar muy de cerca varias especies de aves carroñeras alimentándose, como el buitre leonado (Gyps fulvus), el buitre Negro (Aegypius monachus), y el alimoche (Neophron percnopterus), los milanos reales (Milvus milvus) o los milanos negros (Milvus migrans) dependiendo de cuál sea la época del año.

 

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RUTA 3: Los sotos de ribera. Los bosques lineales

Esta ruta transcurre junto al río Valdeazogues, entre la espesura y frondosidad de su soto de ribera, que se entremezcla con zonas de bosque mediterráneo de umbría, donde la encina aparece acompañada por otras especies de árboles y arbustos que requieren de ambientes más húmedos y frescos, como son el madroño (Arbutus unedo), el majuelo (Crataegus monogyna), los rosales (Rosa sp.) o la zarzamora (Rubus ulmifolius).

Al amanecer, y especialmente durante la primavera, los sotos de ribera ofrecen un fabuloso concierto de cantos de diferentes especies de aves. Si guardamos silencio y prestamos atención, podremos llegar a distinguir al ruiseñor común (Luscinia megarhynchos), que canta en una zarza cercana, el aflautado canto del mirlo (Turdus merula), a la otra orilla del río, o el carbonero (Parus major), que emite su repetitivo y característico canto en una rama a pocos metros sobre nosotros.

En esta ruta pasamos por una curiosa formación de tres rocas verticales, conocidas popularmente como Tres Hermanas, que quedan rodeadas por el Valdeazogues a modo de islotes, y que suponen un posadero perfecto para algunas aves, como los cormoranes (Phalocrocorax carbo), o incluso algún búho real (Bubo bubo). En las inaccesibles paredes de estas Tres Hermanas crece una especie de dedalera endémica del macizo mariánico, la Digitalis marianica, muy llamativa por sus flores purpúreas.

Siguiendo el curso del río pasaremos por la zona de la isla del Valdeazogues, que es una explanada rodeada por dos brazos del río. Un poco más adelante, en una zona más elevada, llegamos al cruce del Castillejo, desde donde se puede disfrutar de una estupenda vista panorámica del curso del río, las masas de monte y las crestas de las distintas sierras. Este es un punto perfecto para hacer un alto en el camino, disfrutar de unas estupendas vistas y alzar la vista al cielo en busca de la silueta de algún ave rapaz.

Ya de vuelta al río, y tras un pequeño paseo entre la frondosidad del Soto de Ribera, llegamos a la Tabla del Burcio. En este lugar crece el nenúfar amarillo (Nuphar luteum), una planta acuática ausente en varios kilómetros a la redonda, pero que encuentra en este pequeño rincón un hábitat propicio. Sus grandes hojas y el colorido de sus flores nos transporta por un instante a cualquier río tropical.

 

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