Ecosistemas

Los Ríos, Embalses y Charcas

En una zona donde los veranos pueden ser muy rigurosos, la presencia de lugares donde fauna y ganado aseguran la posibilidad de saciar su sed enriquece notablemente los paisajes. Enclaves como los ríos Valdeazogues y Alcudia y los embalses de Castilseras y de la Peña del Gato.

En casi cualquier remanso de estas tranquilas aguas podemos encontrar vestigios de la nutria (Lutra lutra), sus huellas y excrementos. Garcillas y gacetas también pueden ser observadas en cualquier punto y es habitual que nos pasen remontando el río o aguas abajo en pequeños bandos. Algunos rincones de estos medios acuáticos tienen secretos al ser el lugar de descanso de las cigüeñas negras en sus viajes migratorios, otros son remansos donde podemos descubrir nenúfares, siendo los de Castilseras una especie autóctona que sólo se encuentra en algunos puntos de la cuenca del Guadiana. Nos parecerá estar en aguas de ríos tropicales y, a poca distancia de los ríos y embalses, se extienden las dehesas y las sierras.

Debajo de los puentes encontraremos unos nidos hechos de barro con una forma característica que son como una cúpula pegada a la parte superior del techo y con un pequeño pasillo a modo de túnel de acceso. Es el nido de la golondrina daúrica (Cecropis daurica). Si observamos bien, cualquier rincón albergará sorpresas.

En muchos lugares, la dehesa acerca sus pies al agua, pero en la mayoría de las zonas las riberas están cubiertas por juncos, cañas y eneas, estando los sotos fluviales constituidos por fresnos, sauces, chopos y tarayes.

Hay una parte de la fauna que está ligada más íntimamente al agua, ya que la necesitan para poder sacar adelante sus huevos y crías: los anfibios. Son varias las especies que podemos encontrarnos: el sapo corredor (Epidalea calamita), la rana común ibérica (Pelophylax perezi), el sapo común (Bufo spinosus), el gallipato (Pleurodeles waltl), el sapo de espuelas (Pelobates cultripes), el sapo partero (Alytes cisternasii), la ranita meridional (Hyla meridionalis).

 

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Los Roquedos y Cantiles

Los relieves de las sierras están constituidos en su mayoría por cuarcitas, materiales sedimentarios de antiguos mares (de hace 400 millones de años) que en las posteriores eras geológicas fueron elevados y modificados hasta su apariencia actual. También encontramos materiales de origen volcánico (el más famoso es el que constituye el área minera de Almadén). Las partes bajas de las sierras la constituyen principalmente materiales sedimentarios provenientes de la degradación de capas antiguas e incluso lejanas, como las que forman las áreas de areniscas y conglomerados.

Las zonas más abruptas de los roquedos y cantiles son usadas por una avifauna especialista en estos medios rupícolas, como la collalba negra (Oenanthe leucura), el roquero solitario (Monticola solitarius), el escribano montesino (Emberiza cia), el avión roquero (Ptyonoprogne rupestris), el vencejo real (Tachymarptis melba), o el gorrión chillón (Petronia petronia).

Los lugares más inaccesibles son enclaves privilegiados de nidificación de especies tan llamativas como el águila real (Aquila chysaetos), el águila perdicera (Aquila fasciata), el halcón peregrino (Falco peregrinus), el alimoche (Neophron percnopterus), el búho real (Bubo bubo) o el buitre leonado (Gyps fulvus). Los grandes roquedos son también atalayas de observación o descanso de las aves anteriores, por lo que siempre merece la pena escrutar desde la distancia estas áreas.

Algunas laderas, especialmente las más soleadas, son áreas de campeo de una de las águilas con alimentación más especializada de Europa: el águila culebrera (Circaetus gallicus), que se alimenta únicamente de serpientes, lagartos y lagartijas. A veces podremos observar esta gran águila, que nos parecerá muy clara o casi blanca por debajo, suspendida en el aire gracias a su acrobática capacidad de vuelo para permanecer casi quieta en el cielo.

La peculiaridad de las conformaciones de las sierras, que parecen compartimentar el campo, nos aislarán por la noche de la escasa contaminación lumínica de los pueblos, con lo que nuestra estancia en Castilseras se puede convertir en una excelente excusa para disfrutar del cielo estrellado, y si nuestra visita coincide con las lluvias de meteoros se puede convertir en una experiencia única.

 

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La Dehesa

La dehesa es uno de los paisajes más característicos de Castilseras, en ningún otro país europeo disponen de una joya paisajística y ecológica como esta. Las dehesas son el equivalente de las sabanas africanas donde, en vez de rebaños de antílopes, cebras y ñues, nuestros ramoneadores son ovejas, vacas y ciervos, principalmente.

La dehesa es selva clareada del encinar. Hay lugares donde encinas, alcornoques y quejigos conforman masas cerradas. La evolución natural de estos bosques primigenios hace que los árboles de mayor porte proyecten una sombra bajo la que resultará muy difícil que medren los brinzales de su misma especie. Este clareo, provocado por las propias encinas, se ve incrementado por la acción de los grandes herbívoros.

Actualmente, la dehesa es un paisaje que asociamos a la ganadería, pero en tiempos remotos, cuando ningún pastor humano había pisado estas tierras, antiguos ramoneadores (búfalos, antílopes, rinocerontes, elefantes, etc.) conformaron un paisaje muy similar a la actual dehesa.

Prácticamente será imposible recorrer unos cientos de metros sin que nos reciba el habitante más único de la dehesa: el rabilargo ibérico (Cyanopica cooki). Si somos observadores, en algunos de los árboles más altos podremos ver sus característicos nidos, siempre con un cimiento de barro, a veces compartiendo colonia con el gorrión moruno (Passer hispaniolensis), que construye los nidos más elaborados. Buscando la protección de los árboles más altos, veremos, o más seguramente escucharemos, a la inconfundible oropéndola (Oriolus oriolus).

Por su privilegiada localización, las dehesas de Castilseras proporcionan pastos y bellotas al ganado ovino y bovino, que también son aprovechados por ciervos, gamos y jabalíes.

Tradicionalmente, las dehesas del sur de Ciudad Real eran el punto de encuentro y avituallamiento invernal de los grandes rebaños del norte castellano, donde se libraban de los rigores invernales de más al norte.

 

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Los Cultivos Cerealistas

Las condiciones climatológicas –especialmente las pluviométricas y las termométricas–, condicionan que los cultivos de esta zona sean mayoritariamente de secano, especialmente cereales y algunas leguminosas que se utilizan de forraje para el ganado.

Estos paisajes agrícolas abiertos constituyen lo que en los últimos años se ha venido en llamar pseudoestepas, ya que a todos los efectos ecológicos de especies asociadas, especialmente aves, se comportan como las estepas naturales. Aves ligadas a estos entornos son gangas ortega (Pterocles orientalis), aguiluchos cenizos (Circus pygargus) y, dentro de los paseriformes, los alaúdidos (alondras, cogujadas, calandrias).

 

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ESPECIES GANADERAS Y CINEGÉTICAS

Los paisajes de dehesa y el monte mediterráneo típico de la zona, albergan (y dan de comer) a animales domésticos (ovejas y vacas), y a algunas de las especies cinegéticas de caza mayor (ciervo, gamo, corzo, jabalí).

El hecho de que los terrenos de Castilseras sean un coto de caza menor (conejo, liebre, perdiz, etc.) bien gestionado, hace que las densidades de estas especies sean altas, lo que motiva que los cazadores alados (águilas, halcones, aguiluchos, busardos) incluyan Castilseras en sus áreas de campeo. Por proximidad a los territorios del lince, albergamos la esperanza de que la especie de felino más amenazada del planeta, el lince ibérico (Lynx pardinus), aparezca y se asiente en esta zona en fechas cercanas.

Aunque algunas especies cinegéticas de caza menor son abundantes, merece la pena recordar que algunas son auténticos endemismos ibéricos, como la liebre (Lepus granatensis), menor y distinta que la liebre europea, o la mismísima perdiz roja (Alectoris rufa).

Las charcas y abrevaderos para el ganado y las especies cinegéticas aportan un valor medioambiental que muchas veces pasa desapercibido, siendo lugares que los anfibios eligen para realizar sus puestas.

 

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